07 abril 2011

CAJASAI, RINDE TRIBUTO A LAS GLORIAS DEL DEPORTE ISLEÑO

MARIO LIVINGSTON, UN GUERRERO RAIZAL, EN LOS RINES DE COLOMBIA…


Se inicio en la práctica del deporte de las narices chatas y las orejas de coliflor, hacia el año de 1972 de la mano del fallecido Galo Ramos, Mario acababa de cumplir 17 años y regreso de Barranquilla donde vivía, para radicarse en su natal San Andrés, al veterano entrenador le llamo la atención su estatura y longilinea figura, y lo invito para que fuera al viejo coliseo de zinc de la antigua avenida Colombia, para que entrenara Boxeo, un mediodía en que Mario merodeaba por la avenida Juan XXIII,  bajando del barrio el Cliff donde vivía.
No atendió el llamado del viejo zorro de los cuadriláteros inmediatamente, pero a la mitad de la semana se presento al viejo coliseo de zinc de la antigua Avenida Colombia, y comenzó a recibir las primeras instrucciones, el fin de semana, Sábado, se vio con los guantes calzados iniciando la que sería la más brillante carrera boxística que lo llevo a efectuar un total de 76 peles en toda su carrera de aficionado y profesional, y convertirse en la figura más representativa de este deporte entre los Raizales de su tierra.
Su rápido desarrollo boxístico lo llevaron en muy poco tiempo, a ganarse la admiración del público Sanandresano, que lo convirtió en ídolo, y fue así como comenzó a integrar las selecciones de San Andrés, que realizaba intercambios con el continente Colombiano, y algunos países de Centroamérica, como Costa Rica.
Pereira fue la sede de los juegos Nacionales de 1974, y Mario por primera vez,  hizo parte del equipo de Boxeo, dirigido por Linfer Contreras, y Sixto Hooker, en la final cayó ante el Cordobés Freddy “El Riel” Hernández, aquella selección la integraban además, entre otros: Tomas Maza, y William Blanco.
En 1975 asistió al campeonato Nacional de boxeo de mayores en Girardot, donde gana su primera medalla de oro del peso mosca derrotando en la final al ex campeón mundial Prudencio Cardona.
Su nombre comienza sonar en el ambiente del boxeo Colombiano, y es así como en 1976, en la final del torneo Nacional de Montería, escenifica una de las más reñidas finales en la historia de estos campeonatos, y pierde por estrecho margen (3x2) ante el también ex campeón mundial gallo Miguel Happy Lora. Y en el torneo Nacional del año siguiente en Bucaramanga, vuelve a ser víctima de los jueces, y nuevamente pierde la final esta vez ante el local Raúl Díaz, pese a la derrota es convocado por Orlando Pineda técnico del equipo que asistiría al Mundial de ese año en México, pero sorpresivamente es llevado  Cartagena donde lo ponen a eliminarse con Francisco Montalvo, pelea que pierde y es excluido de la delegación.
Esta actitud y ya sin rivales atractivos en el campo aficionado, obligan su salta al profesionalismo en 1980, de la mano de los empresarios locales, Elías Gaviria, Juan Contreras, y los Hermanos Fajardo entre otros, quienes le organizan la gran mayoría de sus peleas en el campo profesional en San Andrés, enfrentándose  los mejores de esa época en sus categorías, sobresalen los  nombres de Francisco Montalvo, a quien en el debut, lo derrota por ko en 3 asaltos, Héctor “la avispa” Pinto, “Pambelito” Cervantes,  a quien le gana el título Nacional del peso Supargallo en 1982, Rubén Darío “el Huracán” Palacio, Toribio Riascos con quien disputo el título Nacional supermosca en Buenaventura, cayendo por decisión de los jueces en 12 asaltos, William Hernández, Raúl Díaz, Ezequiel Polo, José Alfredo Jiménez, Cirilo Sanmartín, Valerio Zea, Moisés Fuentes Rocha
Como Boxeador Mario Livingston, recorrió el país, y algunos países de Centroamérica, donde dejo con su sudor y su sangre, huellas de la estirpe de la que están hecho los raizales Colombianos, no se distinguió por una gran pegada, pero su estilo ingrávido le permitió desarrollar una de las máximas del arte de fistiana: pegar y no dejarse pegar, hoy su forma de encarar la vida después de su retiro de los ensogados, trabajando y viviendo dignamente, lo colocan como un gran ejemplo de vida para nuestras futuras generaciones.
Mario Livingston colgó los guantes en 1990, y hoy en día vive agradecido de un deporte que le permitió construir su casa, pese a que no gano grandes bolsas, en 18 años conoció muchas partes del país, y otros países, también vive agradecido de sus maestros Galo Ramos, y  Sixto Hooker, anhela trabajar con los niños y jóvenes que quieran practicar el deporte que el ama todavía.

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